Acabando con los mitos... / 24-X-2019


¿Ha escuchado la palabra fascista y cómo ésta es utilizada de manera ofensiva por la izquierda para referirse a todo aquel que no comulga con su ideario?
Los fachos, para esta izquierda ignorante de la historia, esa que renace habitualmente en los sectores más acomodados de la sociedad, son principalmente los derechistas, amantes de las fuerzas armadas, del orden republicano y que se oponen al concepto colectivista de la sociedad.
Pero veamos que es realmente el Fascismo y quienes son realmente los llamados fachos.
El fascismo como corriente ideológica, es decir como un conjunto de ideas sobre la sociedad, nace de la mano de Benito Mussolini, un profesor italiano que a partir de 1921 y luego de ser expulsado del sector más radicalizado del partido Socialista Italiano, organiza el primer partido Nacional Fascista, que se extiende rápidamente por toda la península impulsado tal vez por la serie de conflictos, de corte revolucionario, que se vivían en Europa desde 1880.
Mussolini militó durante más de una década en el partido Socialista Italiano.
Él era un marxista confesó, tanto que llegó a decir de Karl Marx que era 
"el maestro inmortal de todos nosotros". Luego se transformó en su antípoda.

Esta ideología se basa en un estado todopoderoso, omnipresente, que dice encarnar el espíritu del “pueblo”, aquella vieja categoría marxista que tiende a reemplazar al concepto de nación. Para ellos, la sociedad no debe, por lo tanto, buscar nada fuera del estado, que está en manos de un partido único, el partido del pueblo.
Una de las frases más célebres dicha por Mussolini nos da las luces exactas de lo que es el fascismo:
“El pueblo es el cuerpo del Estado, y el Estado es el espíritu del pueblo. En la doctrina fascista, el pueblo es el Estado y el Estado es el pueblo. Todo en el Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado”
Pero sigamos arrastrando a la izquierda progresista por el lodo de la ignorancia de la cual no pretenden salir.
El Estado fascista ejerce siempre su autoridad a través de controles, la represión y la sospecha criminal, alcanzando altos niveles de violencia revolucionaria, a través de una fuerte propaganda nacionalista, incluyendo la manipulación de la verdad, de la historia y del sistema educativo donde radica para ellos el futuro de su modelo.
Adicionalmente, aterroriza a la baja clase media y a los sectores más marginales de la sociedad con el terror a las crisis económicas del capitalismo, mientras que también infunde pánico en la propia izquierda reformista, la que hoy podríamos llamar socialdemocracia, enrolándola junto a las clases trabajadora como paramilitares para reducir por la fuerza bruta a socialistas, sindicalistas, obreros y movimientos sociales.
Nace y se inspira de la izquierda socialista, pero la ataca porque a diferencia de esta, que son internacionalistas o en palabras actuales, globalistas, ellos son profundamente nacionalistas.
Ahí su ligazón con el nazismo alemán de los años 30.
Ahora la pregunta: ¿la derecha como expresión política, es anticapitalista o amante de un estado poderoso? ¿alguien podría decir que la derecha usa categorías y estructuras socialistas para obtener y mantenerse en el poder?
A la derecha, que, por supuesto tiene otras cojeras, pueden acusarla legítimamente de ser chauvinista o militarista, en ese sentido más patriotera que nacionalista, pero nunca colectivista como el fascio italiano o el nazismo alemán.
Ubicar al fascismo como un movimiento de derecha o extrema derecha, solo contribuye más a la confusión, pues esta ideología se nutre de todo el espectro político a su estilo y se erige como un movimiento donde la contradicción es su principal atractivo.
El fascismo parece no ser ni de derecha ni de izquierda, sino todo lo contrario, y es común en él, apreciar rasgos como el culto a un caudillo, al partido único o la obsesión del Estado por permear y controlar a la sociedad.
Para ello, utiliza recursos demagógicos a través de líderes carismáticos y un fuerte dominio de las herramientas de los medios de comunicación para promover su ideología y los logros del Estado con propaganda a mansalva, como los logros sociales, la superioridad de su sistema y la felicidad revolucionaria alcanzada por el pueblo.
El fascismo es entonces reaccionario, revolucionario o contra revolucionario con un elemento militar fuertemente presente, siempre señalando al enemigo como la causa de los problemas económicos y sociales, y jamás asumiendo las consecuencias de sus propios actos.
La guinda de la torta es que aborrecen la democracia burguesa, el parlamentarismo y la libertad individual pues todo ello es contrario al estado.
Ahora que sabemos todo esto, la próxima vez que escuchemos decir a un troglodita que tal persona es o pertenece al facherío, sólo riámonos y hagamos el esfuerzo por educarlos, porque para insultar queridos auditores, también se tiene que estudiar.
Sin alguien quiere profundizar un poco más sobre este tema, les recomiendo leer la obra de Charles Maier, historiador y profesor de la Universidad de Harvard, en su libro Rescatando la Burguesía Europea: Estabilización de Francia, Alemania e Italia en la Década posterior a la Primera Guerra Mundial.

Un plan para América Latina...


Ayer, preparando esta columna de opinión, me encontré con una foto de sonrientes y satisfechos políticos chilenos acompañados con otros revolucionarios de América latina y España.
Ahí, forrados y felices aparecen el ex imputado y hoy absuelto por prescripción, Carlos Ominami, al flamante senador por Arica José Miguel Insulza, y al innombrable senador por Concepción Alejandro Navarro.
Luego del escándalo de financiamiento ilegal producido en Brasil y que tiene tras las rejas al padrino Lula Da Silva, tuvieron que cambiar la sede de su sedición, a la ciudad de Puebla en México, aprovechando que la presidencia de la República la ostenta otro flamante socialista Manuel López Obrador. Ya vaciaron la Venezuela chavista entonces aprovechan las arcas del estado mexicano para seguir financiándose.
Mientras países de la región enfrentan diferentes crisis y conflictos como Argentina, Chile y Ecuador, ahora Bolivia y antes Honduras, líderes de izquierda buscan fortalecerse no solo para respaldar a la tiranía de Nicolás Maduro en Venezuela, sino también para continuar con la peligrosa línea del Foro de Sao Paulo.
El Grupo de Puebla, también conocido como «Progresivamente», una nueva coalición creada para enfrentarse directamente al Grupo de Lima y contra otros líderes democráticos de la región.
Todo indica que el verdadero objetivo es acabar con el Grupo de Lima, una organización política latinoamericana, de países libres y democráticos, y en donde Chile ocupa un lugar de marcado liderazgo desde la llegada del presidente Sebastián Piñera. Su objetivo también es atacar a la Organización de los Estados Americanos (OEA) liderada por un antiguo socialista uruguayo, Almagro. Esto, por medio de nuevos gobiernos de izquierda, y de no lograrlo, desestabilizar por medio del uso de la violencia a países democráticos y a gobiernos que proponen una sociedad libre.
Con sus fundadores presos por corrupción, imputados por el mismo delito
o en libertad por prescripción de los delitos, se organiza este grupo de
políticos populistas de izquierda.

Ya son al menos tres grupos políticos y diplomáticos de izquierda, el de Puebla, el de Sao Paulo y el Grupo de Contacto, que se crearon en la región y tienen como objetivo defender a las dictaduras y regímenes de América Latina, respaldar el diálogo con el chavismo, lo cual le ha permitido reacomodarse en el poder, condenar las sanciones contra la tiranía y auspiciando elecciones en Venezuela, en medio de un sistema sin garantías democráticas, sin prensa libre, sin parlamento, con líderes políticos perseguidos o condenados por tribunales adeptos, con presos políticos y miles de torturados y muertos.
Tanto es la tropelía producida en Venezuela que, hasta la propia Michelle Bachelet, tuvo, con el dolor de su corazón, que reconocer e informar sobre las graves violaciones a los Derechos Humanos en aquel país. Más bien fue obligada a reconocerlo por la comunidad internacional, porque salvo Cuba, Corea del Norte, China y Rusia, liderada por un gobierno de derecha conservador, nadie en el resto del mundo se compra el cuento de la revolución socialista bolivariana.
Evo Morales también lo apoya, pero al parecer, Evo pronto será historia.
De un momento a otro América Latina se ha convertido en foco de protestas violentas lideradas por movimientos pro socialistas para desestabilizar la región. El mismo Maduro ha celebrado que los planes del Foro de Sao Paulo están teniendo éxito. Al mismo tiempo, la izquierda empieza a mover sus fichas y crea el Grupo de Puebla. Todo parece estar fríamente planificado.
Entre sus miembros se destacan los ex presidentes Lula da Silva y Dilma Rousseff, de Brasil; Fernando Lugo de Paraguay; Ernesto Samper de Colombia; Leonel Fernández de República Dominicana y José Luis Rodríguez Zapatero de España.
Aunque en la reunión de Puebla no hubo presencia del chavismo, allí se acordó defender a la revolución bolivariana, condenar la aplicación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) en la OEA y otorgarle el liderazgo al candidato argentino Alberto Fernández, una vez este asuma la Presidencia de su país.

Nada es casualidad...


En Ecuador, donde el presidente Lenin Moreno había anunciado el fin de un paquete de subsidios para sanear las finanzas del Estado, terminó con graves protestas sociales que se tornaron violentas. Según información oficial y las mismas denuncias de las autoridades, había decenas de detenidos venezolanos ligados al chavismo en Venezuela y hasta al grupo narco terrorista FARC.
En Santiago sucedió algo similar pues el anuncio del presidente Sebastián Piñera sobre el aumento del pasaje del Metro, iniciaron las protestas violentas, que se expandieron con saqueos, destrozos e incendios en el Metro. También se registró la presencia de ciudadanos venezolanos; entre ellos el reconocido comunicador chavista Pedro Carvajalino, quien confesó a través de sus redes sociales que estaba en Chile «encapuchado» y protestando contra Piñera.
Ese es el verdadero globalismo que les interesa al fracasado socialismo del siglo XXI, el que se impone por la fuerza y la violencia porque de otra forma, nunca llegarían o se mantendrían en el poder.


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