Apruebo. ¿Y si gana Rechazo?.... / 19-XI-2019


El Acuerdo por la Paz, la Justicia y la nueva Constitución propuesto por el presidente Piñera, y firmado la semana pasada por la mayoría de los partidos políticos democráticos -los que no creen en la Democracia no lo firmaron-, aún es una expresión de deseo y requerirá un tiempo, ojalá muy breve, para acotar los mecanismos para llevar a cabo el proceso constituyente.
Mientras tanto, los partidos políticos se liman las uñas y se preparan para captar el máximo de delegados y con eso, asegurar su supervivencia y su capacidad de influir sobre la sociedad y el Estado.
Como creen que los ciudadanos somos débiles mentales, van a hacer lo de siempre, hacernos creer que sólo con ellos la Democracia y el ejercicio de la soberanía popular es posible Que sólo ellos pueden arreglar y corregir el sistema, y que sólo con ellos, las personas podemos ejercer nuestras libertades cívicas.

Falso. Todo eso lo podemos hacer los ciudadanos, a pesar de los partidos políticos. Todo está en que asumamos nuestro protagonismo y nos pongamos de acuerdo.
Si resulta vencedora la opción de crear una nueva Carta Magna a través de la Convención Constituyente, deberemos elegir un total de 155 delegados en todo el país, cifra que resulta de la distribución proporcional de representantes según los distritos electorales, esto es, siguiendo la misma distribución y cantidad de diputados.
El fin de semana pasado, el PPD, el Partido Radical y la Democracia Cristiana anunciaron que propondrán, a la futura comisión técnica del proceso constituyente, que se designará de manera paritaria entre oposición y oficialismo en la Cámara de Diputados, que se prohíban los pactos entre partidos para potenciar la presencia de candidatos sin militancia.
Esto podría ser un mecanismo para que los ciudadanos sin militancia participen en igualdad de oportunidades, sin embargo, la trampa que lleva implícita, es la distribución de votos en una misma lista, que permite a militantes o independientes dentro de un pacto, sumar sus votos y acceder a los cargos de acuerdo a cifras repartidoras.
Los independientes no pueden hacerlo, y se les impide pactar listas para obtener el mismo beneficio que sí tienen los partidos políticos.
En pocas palabras, en el PPD, el partido Radical y la Democracia Cristiana, están convencidos que los ciudadanos somos tontos, y nos entregan una formula que sólo les conviene a ellos, ¿o ustedes creen que aceptarán en sus listas a independientes dispuestos a votar luego en contra de los intereses del partido que los acogió?
Serán independientes de cartón. Militantes sin ficha. Operadores que le hacen el juego a los partidos políticos.
Usted estimado auditor no se deje engañar. Ningún independiente verdadero puede ir en pacto o lista con un partido político, no solo porque es impropio e ilógico que sea así, sino que es derechamente un engaño a los electores.
Por su parte, el diputado Marcelo Díaz del partido Socialista, comprometió presentar ante su comisión Política, una propuesta en el sentido de permitir que los independientes compitan en igualdad de condiciones con los candidatos de los partidos políticos, satisfaciendo justamente lo que acabamos de plantear: terminar con los desequilibrios evidentes en materia electoral entre los partidos políticos y los ciudadanos.

Sin embargo, huele a tongo cuando avanza con la idea.
Plantea que estos independientes representen a organizaciones territoriales, asociadas a causas determinadas.  Eso huele nuevamente a influencia y a manipulación de la clase política.
Para nadie es un misterio que gran número de organizaciones sociales y territoriales, están asociadas a partidos y a sus militantes. Por años han sido estas el verdadero mecanismo con que los partidos políticos se expresan en comunas y regiones.
De esta forma, se vulnera nuevamente la posibilidad de que un ciudadano independiente de verdad, sea electo delegado constituyente sin tener que pactar y convenir su voto con organizaciones políticamente definidas.
El otro riesgo que se presenta al momento de la elección de los delegados constituyentes, es el de la resurrección de políticos que ya habíamos jubilado y dado de baja en el inventario.
En este caso podrían, y será un hecho que aparecerán, ser electos personajes como Jorge Schaulson, Sergio Aguiló, Jovino Novoa, Fernando Flores o Carlos Ominami, este último absuelto por financiamiento ilegal de la política gracias a la prescripción que le obsequió el fiscal nacional, Jorge Abbott.
Tienen derecho a presentarse, sí, que duda cabe.
Será bueno o representarán fielmente a la ciudadanía, definitivamente NO.
Son un estorbo. Un mal recuerdo de la política del siglo pasado. Pero ahí estarán, promovidos por sus partidos políticos. 
No tengo dudas que los políticos de todos los sectores, apostarán por repartirse el país con candidatos suficientemente comprometidos a su causa ideológica, de manera de no pasar sustos con cambios demasiado drásticos que hagan peligrar los privilegios de los que disfrutan.
De esta manera, ni la señora Juanita ni el guatón Loyola tendrán oportunidad de representarnos en esta instancia.
Se reproducirá el mismo estado de cosas, esta vez escrito en cirilo para intentar parecer distinto.
¿Alguien cree que si permitimos que la Convención Constituyente sea manejada al antojo y conveniencia de los partidos políticos se producirá algún cambio real?
Me temo que, frente a esa pregunta, la respuesta siempre será la misma: no existe ninguna oportunidad de cambio real. Nuestros votos sólo justificarán un sistema depredador del Estado, y de los derechos de los ciudadanos. Diferente pero no por eso menos malo.
Ya el presidente del partido Socialista sociedad anónima, el senador Álvaro Elizalde, está planteando que se deberá asegurar participación para grupos privilegiados.
Una suerte de discriminación positiva, que, según su discurso progresista, asegure mayor igualdad: indígenas, transexuales, mujeres, alienígenas, en una falta de respeto inaudita, justamente a todos estos grupos a los que prejuiciosamente identifica como minorías.
Propone todo lo contrario para asegurar igualdad.
Realiza una discriminación arbitraria que entorpece el ejercicio libre y democrático de los electores. Confunde o busca hacerlo con la manoseada palabrita de la igualdad, que siempre iguala a los demás, pero nunca iguala a los políticos con los demás.

En mi tierra, derechamente a eso le llaman la ley del embudo.
A estas alturas, le advierto cariñosamente, que cada vez que un político pronuncie la palabra igualdad en medio de una frase usted desconfíe. Prenda las luces rojas. Sepa que lo que intenta, no solo es engañarlo, sino que jodernos la vida de manera periódica, porque cobran mensual.
Igual que la fila de vividores de fondos públicos y subsidios estatales que representan a organizaciones territoriales y sociales, que anteponen solo para su discurso a su grupo o etnia, siempre pobre, abusada e irrespetada por la historia, la sociedad y el sistema, levantándose esos dirigentes eternos como fieles representantes del cambio y de la lucha. Ya los estoy viendo. Ya estoy imaginándolos con su publicidad confeccionada en Tacna y una sonrisa para la ocasión: Las Manos Limpias, Sí cumple, Un Hombre de esta Tierra, Para seguir Construyendo, Por Arica, Un Ariqueño a su Servicio, y un sinfín de eslóganes vacíos que no se los creen ni ellos.
Corremos el riesgo también, que en esta Constituyente prevalezcan académicos y especialistas en derecho, y ya se ven a muchos de ellos candidateándose por medio de interpretaciones populacheras, o que buscan empatizar con grupos políticos o de presión.
Es el momento del sentido común. Es el momento de devolverle al país la cuota de normalidad que sólo pueden asegurar quienes viven la vida día a día. Quienes se enfrentan con los problemas reales de todo ciudadano. Quienes han crecido y se han desarrollado dentro de la maraña de problemas que les ha generado el Estado, el sistema manejado por los políticos y los grupos de poder económico y cultural.
Es el momento para que hombres y mujeres, de espíritu libre, patriótico y altruista le entreguen al país su servicio más honesto, y por primera vez en la historia de Chile, una Constitución política emanada directamente del poder soberano de la ciudadanía.
Nunca en la historia de Chile ha existido una Asamblea o Constitución Constituyente. Nunca en la historia de Chile una Constitución ha tenido realmente legitimidad de origen. Siempre los políticos han adornado a las Constituciones de ciertas figuras de expresión democrática, pero también siempre supieron que eran expresiones de la oligarquía política, económica o intelectual de la época.
¿Corremos riesgos con una carta en blanco?
Por supuesto que sí. De esta manera el primer peligro se llaman partidos políticos y hay que salir a exigirles ahora, y no mañana, que saquen sus manos de este proceso. También corremos el serio riesgo de que grupos organizados, nos lleven por medio de una Carta Política sobreideologizada, a recorrer caminos los cuales son y han sido siempre un fracaso, y la seguridad del empobrecimiento y las restricciones a los derechos son el único resultado asegurado.
Bueno, todo lo anterior sólo si gana la opción “Apruebo” una nueva Constitución.
Ahora la verdadera pregunta es: ¿Qué sucederá si el resultado es “Rechazo” una nueva Constitución?
Eso lo trataremos se los aseguro, en los próximos días.

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