Esto recién comienza... / 13-XI-2019


Mientras la prensa en nuestro país sigue tratando la tragedia que se vive en calles y poblaciones con eufemismos como marchas pacíficas, víctimas inocentes, excesos de carabineros, violencia de militares, incendios sin causas, la desigualdad es la causa, o mayor justicia social, es la gente, las personas de carne y hueso, las que sufrimos las consecuencias no solo de la violencia desatada, sino que la desidia profesional, y en la mayoría de los casos, el evidente interés político con que se manejan los medios de comunicación.
El periodismo en general, no solamente ha sido cómplice como lo ha sido siempre de los grupos de presión, sino que, por unos minutos de publicidad, por un contrato comercial, ha vendido su fin ultimo de entregar información veraz, oportuna y objetiva.
Estas semanas y mucho antes, hemos visto y escuchado a periodistas militantes con una forma de ver las cosas, que, aunque cargada de una ignorancia que haría enrojecer a las Universidades que los titularon, lo cual por último puede ser entendido como su libertad de expresión, en el cumplimiento de sus funciones han ocultado y manipulado la información y los hechos, para sus propios fines.
Las ideas antisemitas impartidas en el régimen de Hitler fueron tan efectivas que siguen vigentes
en los que crecieron y se educaron durante ese periodo. Ese es el peligro de aceptar como válidos
los relatos y la narrativa de ciertos medios de comunicación.
Es muy nazi esta actitud.
Y sostengo lo que digo porque se reconoce precisamente en la política de información del periodo nacionalsocialista en la Alemania de Hitler, el desarrollo de estrategias para que, a través de la manipulación de los comunicados y relatos periodísticos, se terminara manipulando, según los deseos del partido Nazi, a la opinión pública.
Por ejemplo, el ministro de educación y propagando de Hitler, Joseph Goebbels prohibió todas las publicaciones y medios de comunicación fuera de su control, y orquestó un sistema de consignas para ser transmitidos mediante un poder centralizado del cine, la radio, el teatro, la literatura y la prensa.
Era también el encargado de promocionar o hacer públicos los avisos del gobierno.
Llegó a establecer principios para una eficaz propaganda de su mensaje, y aunque es obvio que hoy no se aplica al pie de la letra, muchos medios de comunicación han ido adaptando sus propias estrategias a la luz de este verdadero manual para informar aquellas verdades a medias, las que siempre serán una mentira, porque nadie está medio embarazada, o lo estás o no lo estás.
Por ejemplo, escogían un enemigo único sobre el cual desarrollaban de manera simple pero permanente su estrategia de desprestigio.

Lo dejaban sin aire, sin posibilidades de legitimar por ejemplo, alguna acción o medida, pues todas ellas partían con una carga comunicacional previa, decidida en las oficinas del encargado.
Individualizaban al enemigo, que podía ser una persona, una idea, una organización como el adversario del bien común, de lo que quería la gente, lo transformaban en un único enemigo.
A lo anterior siempre sumaron el método de agrupar a este enemigo único en clases o grupos sociales o ideológicos, verdaderas categorías de suma individualizada de personas. De esta forma, además, fueron eficientes en perseguir ideas, creencias y formas de ver la vida. Así lo hicieron con la comunidad judía, con partidos políticos que fueron desapareciendo, con lideres democráticos y legítimos que claudicaron por esta maquina comunicacional nazi.
Tampoco escatimaron al momento de lavar sus propios errores y culpas, con la responsabilidad del adversario.
Nunca los yerros fueron propios. Nunca o casi nunca, los medios de comunicación reculan sobre sus equivocaciones o malas apuestas. Terminan siempre igual que hoy lo hacen, respondiendo a quienes osan defenderse, con ataques mayores y más precisos. El “sí, pero”, forma parte de este repertorio solapado que como decimos, no tiene nada de nuevo, sino que es la repetición de prácticas verdaderamente fascistas: “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”.
El principio de la exageración y desfiguración de los hechos tendía, según lo indicaba el general Nazi Joshep Goebels, a convertir cualquier situación, por pequeña o poco sustentada que esta sea, en una amenaza grave, y esto tenía que ver con ir configurando realidades que se quedaban en la mente del colectivo como hechos ciertos, aunque incluso nunca hubiesen ocurrido.
La prensa, la mala prensa, acude a estos mecanismos para enfrentar no solo a su competencia, sino que para ocultar sus propias miserias. El podría haber ocurrido, el probablemente sucederá, el, sin embargo, llamar victima en vez de denunciante o llamar victimario a quien solo es denunciado o imputado.
Este es un buen ejemplo publicitario de la igualdad nazi.
¿Qué diferencia tiene el concepto de igualdad populista planteado
 por la izquierda chilena? 
Puros lugares comunes que ya nos conocemos pero que son utilizados como parte del mismo manual por medios de comunicación y sus empleados más adeptos, ganapanes del periodismo.
Estimados auditores, lo que comento este mediodía, es una práctica común, que no por serlo, está bien.
Muchas veces nosotros mismos relativizamos ciertos hechos y conductas de terceros, en este caso, de quienes se supone tienen una formación profesional apoyada en una practica diaria, y en cientos de casos de periodistas, que sin tener esa misma formación, se encuentran en el recuerdo de todos nosotros.
El periodismo perseguido y amedrentado siempre bajo regímenes de la izquierda populista y totalitaria, es incapaz de darse cuenta que no se debe a grupos de presión, a modas pasajeras, o a la ola que avanza inexorable por las calles, sino que se debe a la comunicación fidedigna y objetiva de los hechos.
Lo que realizan es comunicación y no manipulación. A ninguno de nosotros nos importa lo que tal o cual periodista, canal de televisión, radio o diario piensen sobre determinada situación. Pueden guardarse sus opiniones personales. Están llamados a informar, no a vendernos su visión del mundo y de las cosas.
Chile debe cambiar, sí, pero también debemos hacer cambiar aquellas practicas que abonan al caos, al enfrentamiento, a la ignorancia y a la manipulación de la fe pública y de la sociedad.
Hay varios vídeos sobre lo que ocurrió ayer y particularmente anoche en nuestro país. Las redes sociales, a falta de medios de comunicación objetivos y veraces, se han transformado en un canal instantáneo de información entre sus participantes, dejándonos a nosotros, la tarea de discriminar aquellas noticias tanto en su contenido como en su fidelidad.
No entraré a comentar mi opinión, que a estas alturas espero que la tengan clara. Por cierto, siempre escucharán de mí, mi forma de ver las cosas porque no intento, ni intentaré nunca pasar como una persona neutral.
No lo soy, y estoy aquí precisamente para ampliar el debate y no circunscribirlo a determinadas tesis o posiciones ideológicas.
Dicho lo anterior, me llamaron la atención varios de los vídeos que se transmitieron prácticamente en vivo.
Por supuesto que el primero de ellos tuvo que ver con la quema del hipermercado Líder de Arica, y el grave daño y serio peligro que debieron vivir anoche sus vecinos, aterrados desde hace semanas por el vandalismo, saqueo e incendio con el que hordas de en su mayoría jóvenes no mayores de 30 años, amenazaron desde el comienzo que se produciría.
"..el alcalde de Arica tratando de entender, cosa que en mi opinión nunca le resulta por más
intentos que parece hacer, como habían sucedido los hechos. Tratando también de explicar como
buen periodista, que toda la responsabilidad recaía sobre Carabineros de Chile, y tratando de hacer
olvidar, y parecía lo más importante, que él mismo formó parte, ...de los grupos que comenzaron el asedio a
esas instalaciones tomándose y enfrentándose contra las fuerzas de orden en plena rotonda Tucapel".

Ya la quema de una propiedad privada y bienes de terceras personas, debería producir en todos nosotros un rechazo absoluto, así como la perdida de su fuente laboral de cientos de trabajadores que hoy han quedado literalmente en la calle. Incluso, sin derecho a indemnización por años de servicio, pues el propio código laboral establece que, para este tipo de casos, el empleador puede acogerse a la fuerza mayor.
Es un golpe, un trauma en la vida de las personas, difícil de olvidar, imposible de superar. Pero me llamó la atención que en los vídeos aparecía el alcalde de Arica tratando de entender, cosa que en mi opinión nunca le resulta por más intentos que parece hacer, como habían sucedido los hechos. Tratando también de explicar como buen periodista, que toda la responsabilidad recaía sobre Carabineros de Chile, y tratando de hacer olvidar, y parecía lo más importante, que él mismo formó parte, no me consta cuantas veces, pero al menos una, de los grupos que comenzaron el asedio a esas instalaciones tomándose y enfrentándose contra las fuerzas de orden en plena rotonda Tucapel.
Por más noble que sean a veces nuestras intenciones, porque yo le doy el beneficio de la buena fe, estas no pueden desligarse de las consecuencias y los efectos que producen.
Imagínese señor alcalde, si vemos al alcalde que gana una remuneración mensual prácticamente igual que un diputado, esto es 5 millones de pesos mensuales sin sumar auto, viáticos y los privilegios del cargo, golpeando las ollas, gritando, cortando el tránsito y organizando a las huestes, en contra de funcionarios públicos que por ley tienen el control del orden público, entonces ¿qué se puede esperar para un joven con verdaderas frustraciones y probablemente con una historia de vida completamente diferente?
Quemaron o al menos intentaron hacerlo, la Catedral San Francisco en la ciudad de Valdivia. Mientras grupos organizados, nuevamente de jóvenes no mayores a 30 años vandalizaban y robaban lo poco y nada de valor que pueda guardarse en un templo, se empezaron a sentir por más de una hora campanadas que salían precisamente de la torre mayor de esta iglesia.
Era alguien, probablemente un religioso que clamaba a la ciudad por ayuda mientras el lumpen incendiaba el mobiliario de la Catedral en plena calle, alimentando su odio y el fuego con aquellos muebles que la comunidad católica y devota adquirió para celebrar sus eucaristías. Anoche, nadie pudo acudir en ayuda de aquella persona que hizo replicar las campanas de la Catedral. No pudieron hacerlo ni bomberos ni carabineros, impedidos de concurrir pues en las poblaciones y otros lugares del centro de la ciudad, se producían en ese mismo momento, incendios, saqueos y enfrentamientos.
Quemaron también las sedes políticas de la Democracia Cristiana y el Partido Socialista.
Anoche el presidente de Chile le habló muy sentidamente al país.
¿Nueva Constitución? Quizás demasiado premio para quienes quieren destruir
el sistema completo, con nueva o con viejas constituciones.
No es que a estas alturas del partido me transforme en su defensor ni me cambie al piñerismo. Mi espíritu y convicciones libertarias no me lo permitirían.
Sin embargo, debo ser consecuente con lo que siempre he pensado llámese Piñera, Bachelet, Lagos o Frei. Los presidentes de la República son la representación humana de la República. Su cargo debe representar lo más noble de la institución que la nación se ha dado, y por tanto, no solamente es una función ejecutiva sino que deviene en un verdadero símbolo de la nación y el estado. Por eso es que uno puede no estar de acuerdo políticamente con quien ostente ese cargo, pero debe hacer todo por respetar su investidura.
Por último, expresan la voluntad soberana de los ciudadanos, que para bien o para mal, los eligieron por mayoría para dirigir nuestros destinos, en un sistema seguramente con muchos defectos, pero que se basa precisamente en la soberanía popular.
El presidente planteó dos acuerdos inmediatos para resolver con mirada de futuro el cómo se construye un país más inclusivo, más moderno, más eficiente del que todos podamos sentirnos seguros y orgullosos. Las manoseadas palabras justicia social y desigualdad solo se consiguen y superan con mayor riqueza nacional, con productividad y con sistemas públicos competentes que entreguen realmente las prestaciones que los ciudadanos les financiamos.
El tercer acuerdo al que podríamos llamar de pacificación nacional, tiene que ver con un drástico cambio en el discurso sobre una Nueva Constitución, cuestión que ya se viene anunciando tibiamente a través de compromisos de reformas, pero que ahora es el propio presidente quien anuncia la elaboración de esta nueva Constitución.
Pero el problema y la oportunidad, para la clase política, que ya tenemos en la cuerda floja, porque de esta lo único seguro, es que esta casta de vividores del estado, primeros responsables de la situación por la que atraviesa Chile, no saldrán como entraron, es que a partir de ahora se necesita madurez y mesura, dos características que no afloran en esa casta por más que estrujemos.
Haremos sentirles no solo nuestro repudio, sino que nuestra exigencia de cambio verdadero. Arica tiene 5 parlamentarios que, en la práctica, equivalen a no tener ninguno. Podríamos ahorrarnos el ejercicio y el gasto que ellos significan y les aseguro que nada, pero nada, cambiaría en nuestras vidas.
El mecanismo para llegar a esa nueva Constitución constituirá a partir de hoy el verdadero problema de toda esta crisis. Los políticos preferirán siempre una instancia donde ellos puedan influir a través de organizaciones sociales o sindicales que controlan, o a través de activistas que aportarán nada a un proceso como este. Por último, una Asamblea constituyente les permitirá mantener la sartén por el mango durante todo lo que dure este proceso, tal como les gusta a los democristianos que con este sí que desaparecen.
Por su parte, un Congreso Constituyente acota el espacio para que ignorantes, desalmados o irresponsables dañen el proceso de una nueva Constitución.
Se trata de darles facultades especiales a parlamentarios legitimados en elecciones generales, transparentes e informadas para que en un plazo preestablecido propongan al presidente de la República un proyecto constitucional. Por supuesto que quedaríamos en las manos de los mismos innombrables que repudiamos, pero al menos así mantenemos el estado de derecho y el orden institucional. Por último, es lo menos que les podemos exigir luego del descalabro en el que nos tienen.
El presidente Piñera navega sin rumbo. Decidió abdicar a la idea de gobernar
con el programa de gobierno que lo llevó a La Moneda y empezar una continua
transacción con la oposición política que ha terminado por desnaturalizar su gobierno y
llevarlo al extremo de poner en grave riesgo su continuidad.

El presidente, además ,anunció que este proyecto constitucional debía ser aprobado o rechazado por la ciudadanía en un referéndum, en un plebiscito otorgándole de esta manera la legitimidad de origen para que no sea cuestionada en forma posterior, como la Constitución que nos rige desde el año 2005, redactada y firmada por Ricardo Lagos y Francisco Vidal.
Estimados auditores. No dejemos que el miedo nos paralice. No crean por ningún minuto que aquel que grita más fuerte o utiliza la violencia física o verbal terminará imponiéndonos sus ideas y forma de vida. Lo peor que nos puede pasar es que antes de partir bajemos nuestras banderas y demos terminada una lucha sin siquiera haberla comenzado.
Este problema lo resolvemos nosotros. Lo resuelven los ciudadanos en las urnas, es decir con las armas que nos entrega la democracia y la ley. Hasta ese día les llegará el hartazgo y el impulso por quemar Chile entero, hacerlo más pobre y conducirlo a su utópico edén socialista.
Esto recién comienza.


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