Nadie es Inocente, todos somos Culpables... /21-10-2019

La vieja guardia de la política chilena -me refiero a Frei Montalva, González Videla, Alessandri y hasta el propio Allende en sus momentos republicanos que también los tuvo- poseyeron la sabiduría para aportar a la construcción y consolidación de la República. Sus discursos en asambleas y encuentros masivos, sus campañas electorales, sus opiniones en el congreso y en general, sus intervenciones al país, estuvieron siempre cargadas con principios morales y republicanos.
Tenían la convicción de que la República no es de nadie y es de todos a la vez.
La vieja guardia, que nos guste o no, definitivamente transformó a Chile

Pero también tuvieron la convicción de que los políticos tenían una responsabilidad distinta, así como la tienen profesionales, los líderes espirituales y de opinión, y en general todo aquel preocupado de la cosa pública: pensar primero en Chile y luego en el interés ideológico o partidista.
Por eso es que este análisis no va dirigido a los <ultrones> anti sistemas, ni a los extremistas ni a los globalistas que reclaman si en Suecia a la adolescente Greta Thunberg le sale una espinilla en la cara.
No va dirigido al lumpen que estos días ha estado de fiesta en el país, escondiendo su mano en la penumbra de la noche o en medio de la masa que se manifiesta, lo que demuestra su cobardía y oportunismo.
Cambien el dial ahora, tropa de desadaptados, porque este análisis no lo entenderán y tampoco les importara. 
No se preocupen. Podemos vivir con eso.
Este análisis nace de los hechos que hemos constatado los últimos años, porque esta asonada anti democrática que se ha tomado las portadas de diarios y el tiempo en televisión y radio, no comenzó con el alza de $30 en el pasaje del metro.
Comenzó quizás con el inicio de la propia transición democrática en el año 1989. Las promesas fueron muchas y pocas se cumplieron.
Las expectativas fueron excesivas, y a la clase político empresarial que gobernó desde aquella época como uno solo, le dio lo mismo.
En esos años se hizo mucho por recuperar la paz social, por adecuar un modelo económico que la concertación de partidos por la democracia, nunca entendió, aunque fue uno de sus principales beneficiarios.
Pero se hizo poco, por decir la verdad, por la sociedad, por la gente.
La verdad es que no habría perdón ni olvido para las jerarquías militares que gobernaron Chile, y que se llegaría al extremo de que más de 40 años después, todavía se perseguiría a veteranos, muchos de ellos perdidos en las sombras de la senilidad, gravemente enfermos, desahuciados.
La verdad es que el modelo económico no se cambiaría por uno socialista, sino que se mantendría, habida cuenta de que solo las economías libres producen los beneficios sociales que la gente reclama. Pero esto nunca se los dijeron.
La verdad de que las pensiones nunca serían iguales a la ultima remuneración recibida si es que no se realizaban los cambios al sistema de aporte.
La verdad de que la educación no es gratis. Eso no existe. Siempre la paga alguien, y al final siempre, ese alguien, golpea más fuerte a las personas comunes y corrientes.
No nos dijeron la verdad y la frustración comenzó a acumularse.
A tomar cara de protestas de estudiantes.
Reclaman Derechos que luego deben ser financiados coactivamente por
todos los ciudadanos.  Nunca los veremos gastar energía en
comprometerse con las obligaciones que demanda la República

A tomar cara de marchas universitarias, de filas en los hospitales, de huelgas en las empresas, de partidos políticos cada vez menos representativos, de una democracia debilitada por la corrupción, las mentiras de los políticos, por las ineficiencias de sus gobernantes.
El presidente Piñera ganó las elecciones con el 56% de la votación, sacó más votos que ningún presidente de la República antes en la historia de Chile, pero con tan sólo un 35% de participación electoral. Y los números de Michelle Bachelet fueron peores. 
Y en ninguno de los casos la clase política encendió las alarmas. Porque no saben o porque les sigue dando lo mismo, usted elija.
Se nos dijo que los políticos actuarían con manos limpias, pero terminaron raspando la olla del empresariado, así como lo hizo el flamante senador por Los Lagos, Iván Moreira.
Se nos dijo que la transición a la chilena sería un modelo a seguir, pero la concertación gobernante terminó administrando el poder junto a las mismas élites de siempre.
Se nos dijo que las AFP son el problema y que hay que acabar con ellas, pero el senador socialista Juan Pablo Letelier tiene 450 millones de pesos en su APV.
Se nos dijo que elegiríamos senadores para legislar por Chile y resulta que el ex senador por Arica Jaime Orpis terminó legislando para Corpesca.
Se nos dijo que querían arreglar la educación y terminaron destruyendo sus bases y creando un problema mayor.
Se nos dijo que el crecimiento del país no importaba y terminamos postergando años de desarrollo y de oportunidades por una reforma tributaria que asfixia y obstruye a los empresarios y emprendedores.
Entonces crearon las causas del descontento.
Se acumularon las condiciones para que la frustración escalara, y entonces como siempre pasa, los que asumen la representación de conflicto social son siempre los grupos más radicalizados, con menos representación ciudadana y sin mucho que perder, pues aprovechándose de la desesperación y del río revuelto, proponen artificiales atajos políticos. Conejos sacados del sombrero.
Son como las enfermedades oportunistas que terminan por liquidar al paciente que con un buen diagnóstico y un tratamiento serio, se salvaría.
Nada ha estado bien en esta crisis que de extenderse, pone en grave riesgo nuestra institucionalidad: así de serio es todo esto.
Una sociedad ignorante -porque en muchas materias lo somos y la evidencia es que decimos apoyar todo lo que huela a rebeldía en una actitud que linda con la hipocresía- es una sociedad en peligro.
Juega al límite en un mundo globalizado que sigue girando y que no nos espera.
Miremos el barrio y pensemos por un minuto cuales son las urgencias y cuales los caminos que queremos para nuestro país.
En Argentina la economía está estancada desde fines de 2011. 
En los años 2014, 2016 y 2018 el problema se agravó: hubo recesión. Desde la gran crisis de 2001 y 2002, un tercio de los argentinos viven por debajo de la línea de pobreza, o sea, poco menos de 20 millones de personas. La inflación este año cerrará sobre el 50% lo que coloca a nuestros vecinos en el mismo grupo de Venezuela, Somalía y Sudán.
Hoy el debate es si el 2020 Argentina tendrá un 50 o un 75% de pobres, porque esos son los números de la inflación y los de la hiperinflación.
En Perú las estadísticas económicas son envidiables. Con tasas de crecimiento que bordean el 7% anual y con grandes inversiones en minería, retail, pesca y finanzas superándonos ampliamente desde hace años.
Pero eso no es todo: desde el año 1990 todos los presidentes de la República -con excepción del ex presidente Paniagua, que está MUERTO, están en la cárcel, son prófugos de la justicia o se suicidaron como fue el caso de mi homónimo Alan García. Como el presidente Paniagua murió el 2007, lo dejaremos libre de sospecha.
Perú vive al borde del abismo hoy. Sin Congreso, con políticos sobornados transversalmente, y con fuerzas armadas deliberantes.
El cóctel perfecto para una asonada fascista o para un golpe militar: ojo que no es lo mismo, aunque algunos insistan en decirles lo contrario.
El caso de Bolivia está aún por resolverse. Lo único claro es que la elección presidencial de ayer sería reconocida por unos y cuestionada por otros, todo, por el intento ya acostumbrado de estos dictadorcillos chavistas de apernarse en el poder. Acá el problema no es económico según las cifras de alto crecimiento y baja inflación de los últimos años, sin embargo, son números a lo menos cuestionables dentro de un sistema que no transparenta sus estadísticas, donde todos sabemos que existen mafias que controlan el poder financiero y que continúa siendo después de Perú, uno de los principales productores de cocaína del mundo.
Y estamos nosotros, con cifras económicas mediocres, que no reflejan el esfuerzo y las condiciones de trabajo que la gran mayoría del país tiene y que espera, con justicia o sin ella, ver transformado en mayor bienestar.
Crecemos más que el promedio del mundo, es cierto. 
Tenemos una tasa inflación controlada y un respetable portafolio de inversiones, es cierto.
Ningún país a nivel mundial ha hecho lo que Chile en los últimos 30 años para reducir la pobreza al 8% actual. Eso también es cierto.
Nuestras tasas de deserción escolar son de nivel mundial, y se desterraron hace décadas, enfermedades que en muchos países son prevalentes como la tuberculosis o aquellas que atacan a la población lactante infantil. También es cierto.
Pero no es suficiente o quizás si lo sea, dependiendo el discurso de moda.
Y es que las soluciones son siempre temporales y no para siempre.
La democracia que conquistamos todos los chilenos, los del Sí y los del No, en la cual participan todos los sectores políticos no puede quedar convertida en una estatua de sal, en una fotografía blanco y negro, cuando la sociedad vive en formato digital hace un buen rato.
La verdadera discusión no son las 40 horas laborales. Es el porqué en el año 2019 no contamos con las condiciones para hacer viable la reducción de la jornada de trabajo.
Rotonda de Av. Tucapel en Arica hoy conocida como la Rotonda de la Vergüenza
La discusión no es retirar los fondos de AFPs de manera anticipada, es porqué nuestro sistema de pensiones no se abrió ni modernizó oportunamente y porqué también, permitieron que se llegara a este extremo de que los fondos no son suficientes para una pensión suficiente y digna. Dicho sea de paso, el problema era y sigue siendo el mismo, el bajo nivel de aporte que realizamos los trabajadores al sistema, y no la rentabilidad de este, porque una cifra que solo ponen en duda los burros, es que el 70% del total del fondo de pensión de las personas se debe a la rentabilidad de estos.
La verdadera discusión es si la actual clase política merece nuestra confianza y deben continuar ejerciendo su poder omnímodo como lo han hecho hasta el día de hoy.
Porque si hay un grupo que sintetiza todos los problemas que le han fregado la vida a las personas, este debiera ser el de los políticos con casa matriz en el congreso y sucursal en La Moneda.
Mientras las principales ciudades de Chile son saqueadas, quemadas y usurpadas por tropeles de lumpen, ellos se citan de urgencia para el lunes a las 18:45 de la tarde. 
Al parecer la única urgencia que tienen es la de cobrar su cheque a fin de mes. 
Para eso corren, pero no para ponerse al frente del problema y convenir soluciones inmediatas, de fondo, legitimadas.
¿En estos 30 años de democracia ininterrumpida quienes cree usted han sido la única clase social que ha crecido, aumentado su patrimonio, ganada mejores salarios, acumulado más bienes? 

En una relación capital-riego-productividad, por lejos esa casta es la de los políticos.
Los mismos desfachatados que salieron a golpear cacerolas el pasado sábado en la rotonda Tucapel y que esta semana cobran los millonarios sueldos pagados por el Estado, o sea, nuevamente por nosotros.

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