No se Entienden las Protestas... / 29-X-2019
Las causas de la crisis
chilena son muy distintas. Lo que disparó las protestas fue un aumento del
precio del metro del 3,87% en el horario alto, casi 30 pesos.
La economía chilena, más allá
de la desaceleración reciente, y de la presión que tuvieron los salarios y el
desempleo fruto del fuerte surgimiento de la inmigración como fenómeno
económico social en años recientes, muestra indicadores impresionantes en todas
las dimensiones.
La pobreza cayó abruptamente
en los últimos 30 años, pasando del 40% a menos del 8% hoy día. La desigualdad
está en su punto mínimo en décadas también; la esperanza de vida, que era de 68
años en 1980, subió a más de 80. Por su parte el Producto Interno Bruto per
cápita es el más elevado de la región y las tasas de escolarización y de
graduados universitarios, subieron increíblemente en el mismo período.
Por más que la izquierda
quiere culpar al modelo "neoliberal" por el descontento chileno, sus
raíces son bien distintas. Aprovechemos de indicar que ello además constituye
una ignorancia sublime pues el neoliberalismo es un concepto inexistente dentro
de la literatura liberal. Más bien, se empezó a acuñar al amparo de un antiguo
socialista alemán, Alexander Rüstow, desde el año 1938, con el velado propósito de construir un enemigo
imaginario. De ahí nació la Democracia Cristiana alemana de Adenaur. Pero esto es sólo un paréntesis
de información.
El éxito del modelo chileno,
reconocido por todo el mundo libre, pues nadie espera que un troglodita como Nicolás
Maduro, siquiera entienda algo de esto, le hizo surgir al país una fuerte clase
media. Como bien escribió Patricio Navia, dicha clase media vio la tierra
prometida, pero no la dejaron entrar. El mundo político y económico en Chile
sigue restringido a una élite poco sensible a la nueva realidad, en un contexto
de falta de igualdad de oportunidades.
Samuel Huntington, profesor de
la Universidad de Harvard publicó en 1968, su obra maestra El orden
político en las sociedades en cambio. Allí escribió que "en toda sociedad
afectada por un cambio social, nuevos grupos surgen para participar en la
política", y "las tasas de movilidad social y la expansión de la participación
política son altas; las tasas de organización política e institucionalización
son bajas". Y sigue: "El resultado es inestabilidad política y
desorden. El problema primario de la política es el retraso en el desarrollo de
instituciones políticas detrás del cambio social y económico".
Aunque nadie caracterizaría a
los partidos políticos en Chile como de baja institucionalización, ya que están
muy arraigados en el tiempo, si es fácil ver que quedaron reservados para una
élite. Sólo el 5% de los ciudadanos chilenos milita en alguno de los partidos
políticos y el 95% restante se declara independiente y efectivamente lo es.
La lección del caso chileno es
que tiene que haber una consistencia entre el modelo político y económico y la
realidad social del país.
En la Argentina, cuya
verdadera agonía recién comienza con la elección del izquierdista Alberto
Fernández y la resurrección política de Cristina Kirchner, ocurrió un proceso
inverso al chileno en los últimos 30 años. Casi el 50% de los menores de 18 años
vive en hogares que están debajo de la línea de la pobreza.
Para que ese segmento
creciente de población pueda elevar su nivel de vida e integrarse
satisfactoriamente al mercado laboral se requerirán -además de una economía
dinámica- políticas públicas multidimensionales con alto costo fiscal. Ignorar
esta realidad es arrojar a este segmento de la población en manos de
oportunistas que quieren destruir nuestro sistema democrático y que pueden
poner en riesgo la estabilidad social del país. En la práctica, ya están en sus
manos y gobernarán desde diciembre próximo el destino de toda la nación.
La gratuidad universal de las
universidades, entre otras conquistas sociales de los políticos argentinos,
significa por ejemplo, que el promedio de estudios de las carreras sea de 12
años y sólo se titulen 3 de cada 10 estudiantes. Es decir, los trabajadores
argentinos pagan de su bolsillo para entretener durante 12 años a 7 de cada 10
universitarios que mientras tanto, se transforman en activistas políticos o
jugadores de play station.
Mientras en Chile un joven que
comienza su vida laboral se demora 28 años en cuadriplicar sus ingresos, ese
mismo joven en Argentina se demora 108 años.
Hoy Chile se debate en
terminar el año fiscal con una inflación del 2 o 2,5%. Argentina terminará este
2019 con una inflación cercana al 60% y para el próximo año esta puede
transformarse en una hiperinflación que llevará al 75% de los argentinos a
estar debajo de la línea de la pobreza.
Cambio de Gabinete y Ascensión de un nuevo actor político...
El presidente Piñera recogió
el guante y realizó 8 cambios en su gabinete presidencial, pero a la luz de las
evidencias, sólo fue una vuelta en 360 grados, o sea, quedamos donde mismo.
Digo esto porque sigue siendo la misma élite de universidades las que proveen
la visión de un mundo, que es mucho más amplio y diverso de lo que ellos creen,
y esto es una desventaja al momento de interpretar al ciudadano común.
Por cierto, las universidades
Católica y de Chile están situados en lo más alto del ranking internacional, y
siempre son prenda de garantía en la formación profesional de los egresados,
pero tal como ya he dicho, si queremos profesionales y ejecutivos de excelencia
para ejecutar políticas públicas, a esos, los contrato por el diario.
Los problemas políticos no lo
resuelven los técnicos sino quienes tienen las condiciones y la experiencia
para ello, y esto ha sido así siempre.
Evidentemente que, en el cargo
más importante del gabinete, esto es el ministerio de Hacienda, se debe nombrar
al mejor de los economistas y al parecer el presidente en eso tuvo una amplia
oferta de muy buenos profesionales, de donde escogió al desconocido Ignacio
Briones, doctor en economía y especialista en economía política y financiera.
Este liberal, fundador de
Evopoli y antiguo embajador de Chile ante la OCDE, cumplía hasta ayer funciones
como director de Codelco, el saco roto del estado chileno.
No se si me cae bien porque
anda en moto o por su declarado pragmatismo y afinidad con el libre mercado, la
competencia y la regulación de empresas.
Queda por ver si será capaz de
convencer, entregando algunos puntos, a los parlamentarios de aprobar los
proyectos de ley que le heredó el antiguo ministro, Felipe Larraín. Estos será
clave porque demostrará cual es la verdadera intención del gobierno del
presidente Piñera: si retomar el rumbo de desarrollo o tan solo terminar su
mandato, para lo que dos años se transforman en una eternidad.
En el caso del ministro del
interior, Gonzalo Blumel, otro militante de Evopoli, tiene fanáticos y
fanáticas desde que llegó a La Moneda en marzo del 2018. De hecho, hasta la
propia esposa del presidente, Cecilia Morel, lo identificó como un posible
presidenciable, lo que a mi entender es un exceso de cariño.
Pero acá creo que se cometió
el mayor de los errores o quizás, sólo es la evidencia del verdadero camino que
tomó el presidente para surfear en aguas tormentosas.
Blumel, el nuevo ministro del
interior, es un técnico en un cargo político. En su anterior ministerio de la
secretaría de la presidencia, es decir, el contacto entre el ejecutivo y el
parlamento para sacar las leyes y gestionar los procesos legislativos, Gonzalo
Blumel fue un fracaso.
Ninguna de las leyes
emblemáticas del programa de gobierno vio la luz, todas se entramparon en
negociaciones y cambios obligados por malas apreciaciones de los momentos
políticos o de las alianzas circunstanciales en las que se apoyó.
Las únicas leyes que logró
promover fueron más bien el fruto del trabajo de otros políticos como Claudio
Alvarado, que méritos propios. De esta forma, sólo nos quedamos con 3 atributos
que son los que a mi parecer fueron suficientes para ser ungido ministro del
interior:
-juventud
-capacidad de negociación
(muñeca)
-conciliación (carita de
bueno)
Ustedes verán si alcanza con
tan pobre curriculum para intentar domar a un toro herido.
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