Qué significa una nueva Constitución... / 18-XI-2019


De acuerdo a los resultados de la última encuesta pulso ciudadano, un 81% de sus entrevistados afirmó que votará por redactar una nueva Constitución en el plebiscito de 2020. Por el contrario, ante la pregunta ¿quiere usted una nueva Constitución?, un 8,2% dijo que no, un 6,3% adelantó que no votará y un 4,4% no supo que responder ante la consulta de la medición.
Lo anterior, a sólo unos días de producido el acuerdo político por la Paz, la Justicia y una Nueva Constitución promovido por el presidente Piñera, es solo el comienzo de lo que sucederá en los próximos seis meses, hasta abril de 2020.

Chile será un mercado de ofertas. Aparecerán como ya lo están haciendo, cientos de vendedores de ideas, propuestas e interpretaciones que lo único que harán, serán terminar por enredar más a la gente, pero al mismo tiempo, polarizar la ya frágil convivencia nacional.
Siempre han existido grupos con los que la República no ha podido contar.
Son grupos con alma de opositores permanentes, a cualquier cosa, en cualquier lugar. Son como la familia Contreras de la política y están esparcidos por todo su espectro.
Que el partido comunista no haya participado en el Acuerdo por la Paz, no es nuevo, no resulta extraño, y sólo habla de lo que han hecho siempre por la convivencia nacional y la construcción de un sistema democrático y participativo: Nada.
Recuerden que hacia fines de los años ochenta estuvieron en contra de la inscripción en el registro electoral. Recuerde que estuvieron en contra de la participación en el plebiscito del año 1988. Recuerde que también estuvieron en contra de la campaña por el NO, aunque como siempre, terminan sumándose cuando ya no les queda otra o el trabajo está hecho, y la gente olvidando que siempre llegan a la fiesta con la servilleta puesta en el pecho.
Pero también estuvieron por la vía armada para derrocar al gobierno militar. Mientras todos los partidos políticos, de raíz democrática, estaban por el camino de los acuerdos y luego por el camino constitucional para derrocar a la Dictadura, ellos decidieron el camino de las armas, la violencia, los atentados, la muerte de civiles y militares, y con ello, lo único que lograron fue que el dictador se aferrará al poder, tomará medidas mucho más duras y restrictivas contra las personas y sus libertades.

Por otro lado, el partido republicano en formación, presidido por el derechista conservador José Antonio Kast, ya se declaró como firme partidario del rechazo a la nueva Constitución.
Desde su forma de ver las cosas, el país no necesita mayores cambios, sino tan solo correcciones. El país no necesita modificaciones al sistema sino tan solo algunas reformas que le permitan mejorar lo que hace mal. Finalmente señalan como argumento principal, que cambiar la Constitución sería solo validar la violencia y las manifestaciones callejeras como propulsoras del cambio en el país.
Lo cierto es que en su museo lleno de estatuas de mármol, todo parece una fotografía y ojalá nadie las cámbiese nunca de lugar. Prefieren el statu quo, la situación perfecta para que todo siga siempre igual.
Miedo. Esa es la palabra exacta para definir el lugar desde donde analizan la realidad.
Miedo a perder privilegios de los cuales probablemente sus militantes nunca han formado parte. Miedo a enfrentarse con una sociedad que tiene voz y que tiene rostro, que es mucho más amplia y diferente de lo que quizás quisieran.
Una sociedad que es dinámica y que es capaz de adoptar para sí, cambios muchos más rápidos de los que ellos quisieran.
Por ejemplo, Chile se demoró prácticamente 200 años en igualar la calidad de hijos legítimos y naturales, pero tan solo 10 años para aprobar el Acuerdo de Vida en Común.
Lo cierto es que los extremos siempre aparecen porque se necesitan, pero entonces habrá que hacerse la pregunta: ¿tienen realmente gravitancia para el país?, ¿dejaremos que minorías, legitimas, pero abiertamente contrarias a lo que hoy reclama el país terminen por hacer nuestra vida algo invivible?
El cambio, estimados auditores, no es el problema, sino que el verdadero problema, es no hacerlo.
Es mantener tapada la olla a presión aumentándole la llama. La llama en este caso serían las conductas y el éxito de quienes están en los extremos impulsando el rechazo a la nueva Constitución o condicionándola de tal manera que no la hagan viable. Lo único que conseguirán es hacer explotar a la gente, que ya demostró nuevamente, como en 1928 en la llamada revolución de la chaucha o en 1973 en contra del gobierno de la Unidad Popular, que todo tiene un límite.
Pero sigamos hablando del resultado de esta encuesta.
Según ésta, el 63% aseguró que optará por una Convención Constitucional (solo ciudadanos, ningún político) para confeccionar el texto y un 24,4% indicó que votará por una Convención Mixta Constitucional (50% ciudadanos y 50% parlamentarios en ejercicio), mientras que un 78% de los que respondieron afirmaron que votarán para la ratificación del proyecto constitucional, y tan sólo, un 7% contestó que no acudirá a las urnas.

Es evidente que la gran mayoría del país participará en este momento crucial, tanto en abril de 2020, como en alguna fecha del 2021 o 2022, donde se deba ratificar la propuesta constitucional.
Sin embargo, nuevamente aparece el rechazo contra los políticos, pues no quieren que estos participen en el proceso constituyente. Todos sabemos que ellos son el problema, y que hoy, están más interesados que nunca en influir en este proceso que puede resultarles muy doloroso para la mantención de sus prebendas, y para aspirar a una jubilación, como la de la esposa del ex presidente del partido socialista Osvaldo Andrade.
Nadie les cree, y ellos insisten en seguir dándonos razones para eso.
Por años el discurso de los diputados adolescentes, Giorgio Jackson, Gabirel Boric, Vlado Mirosevec, entre otros, ha sido la rebaja en la dieta parlamentaria, y con este discurso, se han paseado por el mundo hablando del tema con el sombrero de Robin Hood en sus cabezas.
Ellos son los buenos y todos los demás son los malos.
Pero lo que nunca dijeron, lo que nunca aclararon es que la moción de ley que ellos presentaron, rebajaba la dietas solo de las partidas de remuneración, pero mantenían los mismos montos en otras cuentas, como las de asignaciones parlamentarias.
Es decir, si la dieta total de un parlamentario en Chile asciende a 21 millones de pesos mensuales considerando todos los ítems de gastos, la rebaja de la dieta solo va dirigida a lo que dice la liquidación de sueldo, pero los 21 millones mensuales siguen intactos en las cuentas de gastos de los parlamentarios.
Por eso es que nadie les cree y además porque saben que el resultado siempre será contrario a tocar realmente este privilegio, y es tan así, que por mayoría simple la semana pasada rechazaron la rebaja de los viáticos en la ley de presupuesto.
En cuanto al regreso del voto obligatorio para el plebiscito ratificador, un 68% aseveró estar de acuerdo ante la medida acordada por los partidos políticos, pero un 17% se manifestó en desacuerdo con la obligatoriedad.
Desde mi perspectiva, la obligatoriedad de la votación no sólo es un principio anticuado, sino que revela nuevamente el afán del Estado de ir contra la libertad de los ciudadanos, porque no participar, no votar, también es una manera de manifestar la voluntad de las personas.
¿Por qué razón obligarnos a participar de un sistema político, electoral o ideológico en el que no creemos o llanamente rechazamos?
La respuesta es sencilla. Porque eso les conviene a los partidos políticos. Los válida, los legitima y les entrega un mercado de votos de cierta forma garantizado. El sistema funciona y el Estado es eficiente solo porque por medio de la coerción de sus ciudadanos estos participan de las elecciones. Aquello es una falacia que suma, por ejemplo, a las mismas mafias y operadores que requieren aquello para su sobrevivencia.
Por eso en lo personal, soy un firme partidario del voto voluntario, electrónico, para mayores de 18 años y, además, con un sistema que permita la revocación del mandato para todas las autoridades de elección popular, salvo para quien sirva el cargo de presidenta o presidente de la República.
En su defecto, la posibilidad de esta autoridad, en cesar al parlamento y llamar a nuevas elecciones al menos una vez en su mandato. Una receta a la peruana.
Pero lo más grave a mi modo de ver, son las razones para cambiar la Constitución que manifiestan los encuestados, y que dan cuenta del gran trabajo que se debe realizar para informar y educar a la población sobre el real significado que tienen una nueva Carta Política.

La mayoría cree que con una nueva Constitución se reducirá la desigualdad entre los ciudadanos, lo que constituye no solo un error supino, sino que trae consigo una falacia elevada a dogma.
La desigualdad, las diferencias entre las personas es una condición natural, es parte de las diferencias, de la individualidad. Nadie es igual a otros y menos, porque lo diga una ley, o en este caso la Constitución. Esa solo es la vieja consigna socialista, fracasada y que no tiene sustento en ninguna experiencia en el mundo.
Ningún país construido bajo la consigna de mayor igualdad ha entregado progreso a sus pueblos. No solo han sido un tremendo fracaso, sino que, en este intento grosero de manipular a la sociedad, han terminado atropellando sus derechos y libertades.
Lo que las sociedades deben buscar, intensa y permanentemente, son nuevos y mayores espacios para que las oportunidades sean accequibles y no se constituyan en arbitrarias, o reservadas solo para algunos.
Las oportunidades de tener una educación de calidad, o de servicios brindados por el estado, oportunos, eficientes y del mejor nivel, no es lo mismo que exigir por ejemplo, que se eliminen las clínicas privadas porque ahí atienden mejor que en el hospital público. Ese discurso idiotizado solo asegura nivelar hacia abajo, repartir pobreza y frustraciones.
Si el modelo de buen servicio, eficiencia, calidad y atención se encuentra en una clínica privada, entonces ese debería ser el estándar para que le exijamos al estado cuando nos presta las atenciones de salud. Eso es nivelar para arriba.
Nadie va a garantizar ni menos obtener mayor igualdad redactando o aprobando una nueva Constitución política. No insista. Le mintieron así que exíjale explicaciones al zurdo que lo hizo.
Luego, la gente cree que una nueva Constitución les garantizará mejorar la salud, la educación y las pensiones, además de mayor justicia social.
A esta altura de la encuesta, no se si llorar o ponerme a reír.
Los que creen todo eso, ¿no habrán pensado por algún minuto que, si una nueva Constitución política fuera la solución a nadie se le hubiera ocurrido redactarla antes?
Incluso si su respuesta es repetir la mentira zurda de que la derecha y Pinochet lo impidieron, lo que es de una falsedad absoluta, pues desde el año 1990 la concertación no sólo ha tenido 34 años de gobierno, sino que siempre la mayoría parlamentaria para realizar los cambios, haga el ejercicio pensando en otro país.
Hay que trabajar rápido y a fondo para que nuestra sociedad sea más culta, pero por, sobre todo, para que en este momento en que reclamamos y exigimos los cambios, no terminemos siendo nosotros mismos los que caminemos como corderos al matadero.
Hay algunos, a los cuales les debe interesar mantener a la mayor parte de la sociedad en la ignorancia y con una educación deficiente. Hay otros, que a eso le suman la manipulación ideológica que siempre les sirve a sus fines.
El punto en común, es que siempre es una élite o cree serlo, de quienes han pasado por la universidad o se han hecho un espacio a codazos desde un partido político. También hay algunos que en base al simple poder económico o religioso lo han conseguido.
Por eso es que, no nos cansamos en insistir que la primera responsabilidad siempre es nuestra.
Lea, no engorda.
Pregunte a personas que sepan más que Ud., y que se levanten temprano a trabajar, esto último, para que no sea un zurdo el que le responda alguna imbecilidad.
Contraste las opiniones y las respuestas. Crea en lo que le dice su corazón y su experiencia. Crea en lo que quiere usted para su futuro, siempre que esto le convenza de que es posible.
Finalmente, haga uso no solo de su voluntad, sino que de su propia decisión. Que no venga otro, representando a una junta de vecinos, a una ONG, a una parroquia, a un grupo de ayuda, a una fundación, a un organismo internacional o a quien sea, a decirle lo que es bueno para usted.
Está lleno de personas que le dirán qué hacer, cómo hacerlo, cuando hacerlo, si total ellos a fin de mes reciben un sueldo, se retiran a las 17:00 hrs. del trabajo, o se van el fin de semana a sus hogares, con agua, luz, gas, tv por cable y privilegios que odian para los demás pero que gozan para ellos mismos.
Mientras el Estado no garantice la seguridad en las poblaciones, ¿de qué justicia social me vienen a hablar?
Mientras los que viven con prebendas y privilegios no renuncien a ellos, ¿de qué justicia social me hablan?
¿Qué es la justicia social, sino que un pensamiento arbitrario contra la misma sociedad?
Es solo un eslogan hueco y abiertamente injusto que consiste en hacer creer a la gente que quitarles a otros el fruto de su trabajo para repartirlo a quienes son más desposeídos, es un acto de justicia.
Es otro intento exitoso de quienes son excelentes repartidores de pobreza en vez de eficientes creadores de riqueza. Sus partidarios son excelentes para entregar lo de los demás, pero reticentes para entregar lo propio.
La justicia social que proponen, se basa en la redistribución, la creación de impuestos diferenciados, en la igualdad de salarios, en todo lo que les permita destruir de manera sistemática, los derechos, el patrimonio y las libertades individuales.
La gente con legitimo derecho y aspiraciones, muchas veces escucha lo que quiere oír, pero cuando hay frustraciones, desencantos o se han generado expectativas mayores a las normales, lo que se escucha se hace con menor grado de comprensión y de filtro.
Por eso es que una buena receta es de antemano dudar en cada palabra que sale de la boca de un político, de un periodista progre, de un medio de comunicación que entreviste al impresentable de Francisco Vidal, del diputado Hugo Gutiérrez o de cualquiera de los 5 parlamentarios por Arica.
Y ya que mencionamos a los 5 nefastos parlamentarios por Arica, no podemos dejar pasar otro ejemplo que los retrata de cuerpo entero.
Estos 5 parlamentarios, que como ya dijimos días atrás, hasta regalados son caros, aprobaron la semana pasada la propuesta populista de derecha de aumentar la pensión básica en un 50% en relación a la actual, lo que significaría un mayor gasto permanente para el fisco de Chile, de al menos U$1000 millones de dólares anuales. Los senadores Insulza y Durana, quienes revisarán el presupuesto 2020 con esta indicación, ya han aprobado la misma, sumándose a esta nueva embestida contra la fe pública.
Aunque resulte fuerte mostrar esta foto, vea usted el resultado de su error el día en que
fue a votar, o no lo hizo. Puede enmendarlo en Octubre del 2020, eligiendo gente realmente apta,
 responsable y preparada.

Ellos saben que dicho aumento no pasará, que es ilegal, que es inconstitucional. Saben, pero igual lo aprueban y lo promueven, y más encima dicen las perlas, que solo es un gesto hacia el movimiento social, como si no supieran que de vuelta el gesto de los vándalos y extremistas que se amparan en el movimiento social, serán incendios, saqueos y noches de terror en ciudades que ya están hasta más arriba del paracaídas.
Todo funcionario o autoridad que dicte una resolución arbitraria en un asunto administrativo o judicial a sabiendas de que es injusta o contraria a la ley comete el delito de prevaricación.
Esto es comparable a l incumplimiento de deberes por parte del servidor público. Es un abuso de autoridad y se encuentra sancionado por el código penal.
Su ceguera e irresponsabilidad no sólo les impide darse cuenta que por unos poco minutos de popularidad arriesgan al país y su convivencia, sino que, además, juegan con la buena fe y las necesidades que tienen miles de pensionados en Chile.
Mienten y no trepidan en hacerlo. Incluso violando la propia ley y la Constitución. Para la oposición es una conducta que les conviene para seguir desacreditando al gobierno, exponiendo al presidente a tener que salir diciendo que vetará esta propuesta parlamentaria. Para el oficialismo, Chile Vamos, es tirarle la cadena al gobierno que eligieron, al presidente que apoyaron.
La palabra del político no vale nada.
Por eso es que el 78% de los ciudadanos los rechaza, al contrario de lo que pasa con nuestros Bomberos, apoyados por el 95% de la población, la diferencia es que ellos son voluntarios. Trabajan sin sueldo.

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