Inflación: Harakiri a la Chilena / 6-XII-2019

No existen atajos ni formulas mágicas para resolver los problemas que afectan a nuestra sociedad. El dinero no sale de los arboles ni el Estado produce nada.
“Ni un puto peso”, tal como decía Nélson Pizarro, el ex presidente de Codelco mientras cobraba del estado 50 millones mensuales de sueldo. El mismo que le regaló una casa de 600 millones de pesos a su hijo, y que hoy, se encuentra querellado por arreglar licitaciones de Codelco para un antiguo socio de su retoño.
Un ejecutivo encumbrado en los más altos cargos directivos de las principales empresas
mineras, públicas y privadas en Chile, sucumbió a la verdadera tradición de quienes
ostentan cierto poder: corromper sus gestiones con privilegios menores:
¿No existe Ni un puto ejecutivo decente?
Cada vez que los gobiernos prometen mejorar los sueldos mínimos, las jubilaciones básicas, fijar los precios de los medicamentos, crear un bono de 100 mil pesos como anunció el presidente Piñera, para hacerlo, debe hacer uso de lo único que financia al Estado: los impuestos… y adivine usted quien los paga.
Usted debe saber que el gasto público solo tiene tres fuentes de financiamiento.
Los Impuestos: que el Estado obliga a pagar a todos los ciudadanos, pero de manera desigual y arbitraria, pues hay algunos ciudadanos que pagan más, o sea el Estado castiga a los más exitosos, y otros, sencillamente que no lo hacen, entre los cuales están los flojos, los antisistemas y los políticos.
La otra forma de financiar el gasto público es el Endeudamiento: que en definitiva siempre es un impuesto futuro, que lo terminan pagando las próximas generaciones. Por eso es que siempre debe ser extraordinario, una excepción y no convertirse, como en nuestro caso, en la primera medida a la que echar mano.
La tercera forma de financiar el gasto público o gasto fiscal, es la Emisión Monetaria, es decir, usar la maquinita para crear pesos, para fotocopiar billetes, y así financiar la farra de los políticos, haciendo creer a la gente que aumentan sus ingresos, o que el consumo, es el motor de la economía. La emisión monetaria sin sustento, es decir, sin respaldo de ahorro, es el tiro en la nuca que dispara el Estado cuando el enfermo ya es crónico.
Las dos primeras medidas, el Aumento de Impuestos y el Endeudamiento, siempre han estado en juego. Son las primeras medidas que toman los gobiernos irresponsables. Son también, los fetiches sexuales de los izquierdistas que empobrecen a la gente y que los tienen como recetas para su pobre entendimiento de la economía.
Por ejemplo, el gobierno de Michelle Bachelet no encontró nada mejor que endeudar al país para financiar sus reformas, sus promesas afiebradas. Comprometió sin responsabilidad alguna, deuda para el futuro, y luego se fue a Suiza, a sentarse en un sillón desde donde ahora pontifica, sobre quienes son los buenos y quienes los malos en materia de Derechos Humanos.
Alguien que admira lo que fue el gobierno de Alemania Democrática, con miles de muertos y con kilómetros de Muro que separaban la esclavitud de la libertad, se presenta al mundo, como la madre de la Democracia y la Libertad.
Existe cierto nivel de coherencia que se debe respetar en el caso de la ex presidenta
Michelle Bachelet: Ella nunca ha negado su admiración y respeto al régimen criminal del
matrimonio Hoenecker en la ex RDA. El problema entonces son los que la nombraron
en un puesto tan importante en la ONU. Curioso.
Verdaderamente surrealista.
El gobierno de Bachelet llevó la deuda pública a números impagables. Sólo en intereses, escuche bien, dejó una deuda de 12 mil millones de dólares, que por supuesto, mantiene felices a la banca internacional y a los tenedores de bonos, porque los debe un país que cumple sus obligaciones y que, al revés del mundo, crece en términos permanentes, más que el promedio de la economía mundial.
Bachelet comprometió al gobierno del presidente Piñera en el pago anual de 2.500 millones de dólares solo en intereses, y resulta que ahora, es el actual presidente el inepto o el que no quiere responder a las demandas sociales.
No solo son unos burros al momento de sacar cuentas, sino que unos desmemoriados selectivos, porque les conviene políticamente hacer olvidar a la gente de la real mediocridad de gobierno que tuvieron.
Pero la irresponsabilidad en la administración del Estado es contagiosa.
Bachelet provocó un caos en las finanzas públicas comprometiendo los ingresos del país para el futuro. El presidente Piñera por su parte, fue picado con el mismo bichito de la irresponsabilidad y sumará miles de millones de deuda externa, con el solo fin de intentar terminar su periodo presidencial, sin que lo saquen en helicóptero de La Moneda, lo que aún está por verse, porque hace rato que vemos al gobierno de tumbo en tumbo.
Michelle Bachelet resulta ser el paradigma de la ineptitud.
Para pagar sus pésimas reformas educacionales, laboral y tributaria decidió usar la tarjeta de crédito. Igual que hizo Argentina que hoy día ni siquiera le alcanza para pagar el 10% de pago mínimo, y a Chile, con ese tipo de gobernantes, tampoco le irá mejor.
La Deuda pública para financiar el gasto fiscal -por ejemplo, la dieta que ganan los parlamentarios- aumenta más rápido de lo que crece el país.
Esto es igual a lo que puede pasar en su casa. Está gastando más de lo que ingresa. Le pidió prestado al vecino, pasó el mes.
Reventó la tarjeta de crédito, pasó el mes.
No le paga la deuda al vecino.
Sólo paga el pago mínimo de la tarjeta de crédito.
Se lo comen los intereses.
El gobierno sube los sueldos, fija los precios, le entrega bonos cada tres meses. El dólar sube y el peso baja. Su ingreso mensual aumentó, pero cada vez vale menos.
Así las cosas, la pregunta no es si quebrará, sino cuando pasará esto. Lo mismo les pasa a los países, y hoy Chile, el jaguar de América, camina a hacerse la misma pregunta.
Pero el gobierno de Sebastián Piñera, que aún sus errores y desmadres, debemos proteger porque en eso nos jugamos la República, optó por la misma solución populista que el gobierno anterior, profundizando la crisis y asegurándonos lo único que no puede discutirse: nos dejará con una pesada mochila que en algún momento nadie podrá cargar.
Pateó el problema. Se lava las manos dejando incluso a los que ni siquiera han nacido, con la obligación de pagar la farra, una fiesta en la que ni siquiera les tocó un globo ni menos serpentinas. Es como nacer y que lo primero que veas, no sean los ojos de tu madre, sino la factura del médico y de la clínica. Así estaremos en unos años más.

Vamos, sigan pidiendo como si fuera la lista del viejito pascuero. Sigan exigiendo derechos sociales como si fuera una lista de supermercado. Sigan exigiendo al Estado, gratuidad en todo y para todo. Sigan aplaudiendo a políticos que les ofrecen un bono cada tres meses o que planteen soluciones fracasadas para la economía.
El aumento del gasto público tiene su correlato con una serie de efectos que golpearán más temprano que tarde principalmente, a los que menos tienen.
Todos debemos entender que el Estado solo gasta, no produce.
El Estado mal distribuye la riqueza que crean los trabajadores y las empresas. Genera despilfarro e irresponsabilidad. Por último, el Estado no es capaz de entregarnos servicios oportunos y de calidad con el impuesto que nos roba periódicamente.
Hace ya varias décadas, cuando el país adoptó las ideas del libre mercado, como modelo económico social -decisión no sólo acertada en su momento, sino que es la solución que han tomado luego todas las economías de los países libres del mundo- se incorporó la figura del Banco Central como organismo autónomo, para que la maquinita fotocopiadora de emitir dinero no estuviese en manos de la casta política de turno.
Por eso, esta ultima forma de financiar el gasto fiscal no se ha usado en Chile… todavía.
Pero hay una trampita. Como usted ya sabe, los consejeros del Banco Central son designados por la clase política. Son inamovibles durante todo el periodo de su designación que es de ocho años, y responden siempre a quienes los privilegiaron con ese cargo, que a la postre, es como gozar de una jubilación a los 40 años. Una jubilación que le entrega un sueldo mensual sobre los 9 millones de pesos eso sí.
Quienes exigen al Estado más subsidios, más bonos, más gasto publico se hacen un harakiri, un suicidio japonés, pero sin honor, todos los días.
Resuelven o intentan resolver los problemas del Estado y del sistema, exigiendo al Estado que los asesine lentamente, mensualmente y con ello, las esperanzas de un país más justo, más desarrollado y más libre, pasan siempre a mejor vida.
Por eso es que usted debe saber que los socialistas, y todos sus adeptos incluyendo al Partido Comunista, no quieren a Chile, ni menos quieren a los trabajadores y a los pobladores más humildes.
Porque cuando la economía se arruina adivine usted quienes son los primeros en sufrir los impactos de la falta de empleo o de tener trabajos más precarios. Son siempre y en todo lugar donde ha pasado esto que decimos, quienes tienen más carencias, sufren más pobreza, tienen menos oportunidades.
Si la economía se descalabra ¿qué cree usted que hace Andrónico Lucksic? Se protege. Vende sus pesos y compra dólares. Vende sus empresas, liquida sus activos y hasta puede irse del país a pasar la tormenta en una playa del Caribe. Todo eso y mucho más porque es un hombre rico.
Pero cómo pueden protegerse los sectores más pobres de la sociedad. ¿Qué hacen los pobladores o los jóvenes desempleados para capear la crisis económica? ¿Acaso venderán sus acciones, comprarán los 20 mil millones de dólares que introducirá al mercado el Banco Central o se comprarán un pasaje para irse a vivir a Ginebra o a Nueva York?
Salvo que usted sea alcalde, diputado o senador por Arica, los trabajadores, los jóvenes y los pobladores no tienen ninguna posibilidad de defenderse ante una crisis como la que se nos viene. Pero eso no le importa a este grupo de impresentables, responsables de la destrucción del Estado y creadores de pobreza profesionales. Lo que a ellos les importa es mantener sus privilegios e intentar hacernos consumir su discurso. De esa manera, aseguran una sociedad mediocre que no se de cuenta que vamos directo al vacío, en caída libre.
Que Andrónico Lucksic tenga cómo protegerse no debe parecer extraño ni debe preocuparnos, pero que los políticos salgan como siempre sanitos y sin problemas cuando todo el país los sufre, sí debe importarnos.
El primero vive de sus inversiones, de la riqueza y los emprendimientos en los que arriesga el pellejo todos los días, de los talentos para ganar dinero dando trabajo y oportunidades a millones de personas, mientras que los señores que viven de lo nuestro, de nuestros impuestos, no han producido nada más que problemas.
¿Cuántos trabajos, cuantos empleos, cuantas empresas productivas han creado personas como José Miguel Insulza, José Durana o Vlado Mirosevic? Cero. Ninguna.
¿Cuántos formularios 29, inversiones de capital, sociedades productivas a generado o pagado Gerardo Espíndola, alcalde de Arica? Cero. Ninguna.
Uno de los problemas de Chile es la Decadencia de la política y los políticos.
Acá el aporte de Arica a un problema cuya solución tenemos los
ciudadanos en nuestras manos: el voto.
Y en sus manos dejamos el destino de nuestro país y de nuestra ciudad.
Algo no está cuadrando en este esquema. ¿Seremos nosotros los equivocados o será esta pila de impresentables los que están errados?
Este grupo de parásitos dedicados a la mala política y dedicados a hacer insufrible la vida de las personas, tienen secuestrado el aparato público, lo controlan por medio de partidos políticos y alianzas con organizaciones de obtusos, que les aplauden cada discurso que al final nunca dice nada. Se rodean de personas mediocres única forma de sobresalir. Se han fijado que los asesores de estos políticos no solo tienen cara de imbéciles, sino que también lo son, mientras que los políticos sólo tienen la cara.
Un buen ejemplo es el que nos entrega el diputado Vlado Mirosevic, que durante seis años mantuvo el cuento de rebajar la dieta parlamentaria, pero que a la hora de los cambios nunca contó que era con letra chica, y terminó con un proyecto donde seguirá siendo parte del 1% más rico del país. Pero a diferencia de los más ricos que se levantan temprano, producen y sirven al prójimo con bienes y servicios de buena calidad y mejor precio, personas como este diputado por Arica, no aportan nada nuevo ni nada bueno.
Y eso que aún no saco al baile a los diputados Rocaful y Baltolú. No porque no queramos, debo decirles, es que nos falta tiempo. Pero díganles que se sienten tranquilos, ya los sacaremos al pizarrón. Así como también a aquellos que se soban las manos y afilan sus dientes con las próximas elecciones, plebiscito incluido, donde apuestan a volver para meterle la mano al bolsillo al Estado y a los ciudadanos. Hay varios de ellos, incluso algunos demasiado cerca, diría yo.
En todo este panorama, hay un convidado de piedra del que poco se ha hablado pero que está ahí, asomándose en la puerta de cada hogar, de cada trabajador. A todo esto, esta columna ya parece un radioteatro de terror, pero créanme que hasta el momento hemos hablado de cosas que ya están pasando.
Porque la temida inflación aún no es tema, pero pronto lo será.
La inflación es un factor que en nuestra vida reciente prácticamente habíamos olvidado, y quizás por eso, despreciado, y que afecta directamente al poder adquisitivo de las personas. Con este cuadro tragicómico que vive Chile, hasta hace poco un ejemplo de desarrollo a nivel mundial, la inflación será un fenómeno de la economía que se hará cada vez más presente y por eso vale la pena hablarlo.
Consiste básicamente en que con la misma plata que obtenemos hoy día, con los mismos ingresos que hoy generamos, podremos adquirir menos cosas: menos cantidad de medicamentos, menos cantidad de comida, menos cantidad de vestuario y obviamente, podremos realizar cada vez menos gastos en servicios los que hasta hoy, forman parte de nuestra vida diaria.
¿Alguien cree que la perdida de valor del peso no les afectará? ¿Que la inflación solo golpeará a los más ricos o a quienes tienen más recursos?, bueno pues déjenme decirles que están completamente equivocados.
Justamente los que tienen el mejor paraguas, el más grande, el más eficiente, serán los últimos en mojarse, mientras que aquellos, que son la inmensa mayoría de las personas, que tienen más deudas que ahorros, que con sus ingresos solo viven el día a día, serán los más anegados, los más afectados.
La inflación puede producirse básicamente por dos razones: cuando aumenta la demanda de bienes y servicios, esto es cuando hay más dinero disponible y el gasto privado aumenta, o cuando al revés, existe exceso de oferta lo que trae también una distorsión en los precios porque en la práctica no existe gasto.
Ambos fenómenos económicos son parte de procesos, que, alimentados, o por los agentes del mercado o por malas políticas asumidas por los gobiernos, como sostengo es lo que ha estado ocurriendo en Chile los últimos años, pueden traer daños de tal magnitud que hagan, tal como dijo ayer el presidente del Banco Central, retroceder al país en 30 años.
Justamente es el Banco Central el que está llamado a controlar la inflación, interviniendo por medio de políticas monetarias, cosa que ya está empezando a hacer, por ejemplo, con la intervención del mercado cambiario para intentar bajar el fuerte aumento en el precio del dólar.
Pero esta intervención va a terminar matando al enfermo pues el alza del dólar, que es un activo financiero que expresa la incertidumbre en el mercado, se ha producido por la crisis social digitada por la izquierda latinoamericana y que afecta principalmente a Chile pero que se extiende a otros países como Bolivia y Uruguay.
El mercado responde siempre a la inestabilidad política y social, pero también responde al desorden institucional del gobierno con sus políticas populistas y a la ausencia del estado de derecho, es decir, el respeto a la Constitución y las leyes. Estos factores internos, principalmente, son los que han provocado esta caída en el ciclo productivo, en el freno a nuevas inversiones y, por consiguiente, en el alza de los activos financieros como el dólar. Pero hay más.
La inflación se hará sentir en cuestiones mucho más cotidianas como en el precio de los combustibles, de la carne o del vestuario. Las importaciones de los productos de consumo diario aumentarán de precio, producto de la depreciación del peso, de la falta de valor que este tiene frente a otras monedas. Entonces, el señor colectivero, la señora que vende el pan en el barrio, los propios productores agrícolas e industriales tendrán que aumentar sus precios de venta de bienes y servicios para intentar protegerse, o al menos, no perder su capital de trabajo. La respuesta será, menos viajes en taxi o colectivo, menor compra de alimentos, o sencillamente, el cambio de hábitos alimenticios como forma de ahorrar el ingreso que tendrán las familias y las personas.
No faltarán los que empiecen a quemar taxis, negocios en poblaciones o cosechas de productores como forma de manifestar su descontento. Total, esa formula ya la legitimaron los mismos que han causado todo esto.
En el año 2010 gran parte de Chile vivió uno de los peores terremotos y tsunamis de su historia. Todos vimos y recordamos como se cayeron ciudades enteras, cómo desparecieron empresas, carreteras y campos de sembradío, y también fuimos testigos, de cómo, por la irresponsabilidad de las autoridades con Michelle Bachelet a la cabeza, murieron cientos de compatriotas bajo las aguas desbordadas de los tsunamis.
Inmediatamente después del 27F, la actividad productiva cayó al menos 4%, producto de un sismo escala 8.7 en la escala de Richter.
El 27 de febrero de 2010, Chile sufrió uno de los peores terremotos de su historia.
Medio Chile al suelo y su economía decreció en un -4%. El mismo resultado hemos tenido
con el terremoto patrocinado por la izquierda golpista a partir del 18 de octubre de 2019,
la única diferencia es que este terremoto está lejos de terminar.
Pues bien, el mes de octubre recién pasado, el país vivió otro terremoto similar.
Es más. Es el terremoto más largo de la historia pues aún seis semanas después continua su ciclo destructivo y el resultado ha sido similar al famoso 27F: la actividad económica cayó al menos 4% y aún las victimas de este terremoto, no terminan de ser contadas.
Esta vez serán millones los que perderán sus fuentes laborales o verán en riesgo o disminuidas sus esperanzas de mejorar su calidad de vida con su propio esfuerzo y trabajo.
Saquémonos la venda de los ojos y empecemos a decir las cosas como son. Cómo están sucediendo, cómo empezarán a suceder y no cómo la clase política nos dice que sucederán. 

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